miércoles, 13 de octubre de 2010

Propuestas para una Junta

Hace unos días escribía una carta/artículo sobre las elecciones que se asoman por noviembre. Allí procuré ser, dentro de lo posible, objetivo en la valoración del momento político del colegio y los cambios (sic) que se avecinan. Al día de hoy conocemos que son tres las candidaturas, aunque la de Manolo de la Torre no haya saltado aún a la palestra, no se haya presentado formalmente y por tanto no se haya publicitado.

Antes de proseguir pido disculpas si alguien se siente ofendido por alguno de mis comentarios: ha de saber que no soy dado ni a la ofensa ni al desprecio, sino que procuro siempre ser respetuoso con todo el mundo. No vea nadie doblez en mis palabras porque lo escrito es lo pensado y lo sentido, y en cualquier caso puedo explicar lo que digo.

Y tras este paréntesis de solicitud de comprensión, me vuelvo a donde estábamos.

Ignoro qué novedades nos esperan tras los dos candidatos ‘oficiales’ u ‘oficiosos’, aunque estoy suficientemente convencido de que sus propuestas no irán más allá de nuevos maquillajes de la conservadora vida colegial: No creo que el verbo innovar se vaya a poner de moda con, en su caso, la llegada de cualquiera de ellos al decanato. Seguiremos en los mismos pantanos, con los mismos manglares y cocodrilos. Incluso leo en el programa de Eduardo que hay que huir de las propuestas nuevas e innovadoras, lo que me parece toda una declaración de principios. En contra del renovarse o morir se nos ofrece el conservar(se) y seguir. Al menos no pretende engañar a nadie, lo que en estos tiempos honra a quien lo proclama.

Pero no he venido aquí para hablar de lo que harán los candidatos, cualquiera de ellos, sino de lo que yo propondría si fuera candidato.

En primer lugar, y dado que al día de la presente los colegios siguen siendo corporaciones de derecho público necesarias y obligatorias, procuraría darle las utilidades para las que nació, y muy principalmente en lo que se refiere al ordenamiento del ejercicio de la profesión y la defensa de los intereses de los colegiados. Creo que en estos dos objetivos se condensan la inmensa mayoría de los principios que rigen nuestro trabajo puesto que todo está directamente vinculado. Desde el secreto profesional hasta el derecho a percibir nuestros honorarios, la dignidad ante el cliente, ante los tribunales y ante la sociedad, el respeto a nuestra profesión, el respeto al abogado de oficio y no sólo el pago de su trabajo, su asistencia sanitaria, su responsabilidad civil, la seriedad en las relaciones entre profesionales con el castigo severo a los transgresores. Creo que estas cuestiones, pese a estar en esencia en todos los programas electorales de ahora y de siempre, finalmente caen en la desidia de su propia dificultad: no me parece, sinceramente, tan difícil luchar por nosotros, por nuestros intereses. Y no todo, vuelvo a decir, es turno de oficio, u otros asuntos puntuales. Una campaña que nos acerque a la ciudadanía, que haga que se nos valore, se enaltezca nuestra actuación, se difunda lo necesario de nuestros servicios. Una campaña que denuncie las deslealtades de tanta oficina con el marchamo de ‘jurídico’, que ordene las situaciones jurídicas y deslinde las demás. El mejor consejo, un abogado decía una campaña del Colegio de Charleroi (Bélgica) allá por el año 1.988. No parece un mal eslogan.

Qué duda cabe que en segundo lugar habrá que tratar el asunto económico, tanto por la carencia de aquellos ingresos que proporcionaban los nuevos colegiados, como por lo excesivo de la cuota colegial. Para el que suscribe, y respetando la labor de todo el mundo, y salvando el valor humano, el bien más preciado del colegio es su biblioteca y los puestos de acceso informático. Entiendo que hay que tener un equipo para tramitar el turno, que hay labores de administración necesarias, y que seguramente no le doy la importancia que merecen estas parcelas del colegio, pero definitivamente, y en razón a la utilidad, para mi es la biblioteca el bien más preciado. Pero habida cuenta que no perseguimos repartir dividendos y que las dos sedes están pagadas, entiendo que la actual cuota es excesiva. No he hecho estudios sobre el particular pero según el presupuesto para el año en curso los ingresos sólo por cuotas ascendían a poco más de 2.200.000 €, frente a cerca de dos millones de euros por gastos inevitables: personal, grupos, consejos, seguros y servicios. Si a los gastos le aplicamos un recorte necesario en personal y servicios, seguramente harán falta menos ingresos. Ni que decir tiene que hay una partida en el gasto que se lleva una importante cuota del mismo. Evidentemente me refiero a Ricardo, sin que nunca nadie desde la Junta haya enfrentado quién, cómo y cuándo provocó la situación. Nunca he oído a miembros de la Junta criticar semejante gasto o hacer alguna manifestación contraria a ese sentir oficial. Y en este punto quiero decir algo que atronará en algunos oídos: tengo que reconocer que él, siendo yo absolutamente crítico con la situación de facto creada, ha sabido estar ahí siempre, que ha visto pasar a muchos decanos y que seguramente su gestión ha sido importante y necesaria. El problema, para mi, nunca ha sido él, sino quien blindó su contrato, quien nos llevó a semejante gasto. En fin, sea como fuere, parece que dicho ‘gasto extraordinario’ está próximo a su conclusión, lo cual habrá de notarse sustancialmente en nuestras arcas.

Una vez expuestos los puntos anteriores, y como no pretendo ser exhaustivo en mi exposición, sí quiero referir dos cuestiones que me parecen importantísimas en la gestión del colegio. En primer lugar me refiero a la creación de una especie de caja de ayuda a compañeros, básicamente los más mayores, con problemas económicos. Sucede que hay compañeros que, después de cuarenta o cincuenta o muchísimos años de ejercicio, se jubilan o se ven en la necesidad de ello con la ridícula pensión que nos queda de la mutualidad. No es un caso o dos, sino que son muchos los que se encuentran en tales circunstancias. Hay compañeros que promueven que ‘nuestros jubilados’ se dediquen a la enseñanza de los nuevos, que den clases, obviamente remuneradas, en la escuela de práctica jurídica, una especie de clases con experiencia. Y no me parece mala idea, pero amigos míos ¿podrá la miseria dar de lado al orgullo? ¿no habrá quien tache de aquella manera a esos maestros? Por mi parte creo que , con independencia de que tal idea triunfe, podemos hacer algo más. Habida cuenta que nuestras magníficas sedes están totalmente pagadas –y únicamente con las cuotas de los compañeros que hemos ejercido en los últimos 28 años- creo que podríamos crear una especie de fondo de ayuda con el soporte de nuestros presupuestos o incluso con la garantía de nuestro patrimonio inmobiliario. No creo que sea demasiado difícil, incluso en estos tiempos, conseguir que una entidad de crédito nos abra esa línea para ayudar a nuestros compañeros. Otra cosa sería la gestión, la creación del comité que tendría que analizar las peticiones, fijar las circunstancias, baremos, documentación, incluso si dicho comité tendría que estar formado únicamente por miembros de la junta o no, y todo un largo etcétera que en su caso se tendría que desarrollar y plasmar.

La segunda cuestión que a mi juicio es trascendente se refiere a las sedes o sede. Tras los cantos de sirena oídos hace unos meses respecto a la posible adquisición de un edificio señorial e imponente en la Gran Vía, cuestión esta sobre la que ya di mi opinión en este mismo foro, y sabiendo que desde hace dos años existe ya un presupuesto (creo que alrededor de unos doscientos mil euros) a tal fin, hecho que me parece una auténtica veleidad por parte de sus promotores (la actual junta), parece necesario plantearse en serio la cuestión. Conozco planteamientos de vender las sedes a la Mutualidad y alquilarlas, pero desde mi punto de vista, y en algo tenía que estar de acuerdo con algún candidato, necesitamos una sede funcional y útil a nuestras necesidades. Un edificio diseñado para servirnos, sin rincones que haya que readaptar. Un edificio con varias plantas de aparcamiento, con unas oficinas luminosas, con una biblioteca de cara al sol, con superficie suficiente e instalaciones modernas. Incluso con un gimnasio, una guardería, un jardín, un bar-restaurante. Y este sueño creo que no sólo es deseable, sino posible. Tenemos dos sedes con un valor supongo que importante y no debe de ser excesivamente difícil encontrar los novios de las mismas en organismos oficiales y culturales, o bien en cadenas hoteleras que buscan exactamente este tipo de edificios en una ciudad con el monumento más visitado de España. Una obra importante que debiéramos de enfrentar todos los compañeros con ilusión, incluso participando en dar ideas sobre los contenidos que estime cada cual como más necesarios. Cuestión importante en tal caso será el de la titularidad del edificio conforme a lo que se oye respecto a la colegiación obligatoria, pero estamos entre abogados, con lo cual creo que sabríamos encontrar la solución.

Existen muchas otras cuestiones sobre las que sería interesante hacer apuntes, pero no pretendo ser el Pepito grillo de estas elecciones. Yo quería simplemente llamar la atención sobre algunos aspectos importantes, a mi entender, de nuestra profesión y nuestro colegio. Seguramente habrá quien me dé la razón y quien me la quite, pero el debate siempre es importante y, en cualquier caso, a todos nos enriquece. El problema no es este, sino la ausencia del mismo, la imposición, la apisonadora de los taxis el día de las eleciones. Todos los que se presentan tienen mi respeto por su interés en hacer colegio, aunque sus propuestas y objetivos difieran de los míos. Me importa el colegio entre otras razones porque yo soy colegio, porque me importo yo. Y aunque hay compañeros que me han animado y me animan a que me presente, debo de olvidar mis aspiraciones a estar ahí, a llevar a la práctica mis ideas, mis sueños, desde dentro, y a confiar en que aquellos a los que apoyo harán bueno mi objetivo y no quedaré en un mero rapsoda recitando su poema heroico. Desde aquí agradezco a quienes aún hoy, y desde todas las sensibilidades del colegio, sin olvidar la propia junta, han venido a proponerme que concurriera como vicedecano de consenso: Sería un hermoso verbo para poder conjugarlo entero.

Granada, a 12 de octubre de 2.010.

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